Este extraño título da nombre a una receta que comenzó siendo un fracaso pero acabó triunfando gracias a un poco de imaginación y despensa.
Pero comencemos por el principio. Si me conoces ya sabrás que soy un poco cocinillas y, si a eso le sumamos mi gusto por la maria... bueno, no hace falta ser Einstein, ¿no?
Anteriormente ya había experimentado con unos macarrones y una escalivada, platos con los que conseguí el efecto esperado, pero nada nuevo en cuanto a sabor, así que me lancé a realizar una receta donde la marihuana fuera el ingrediente básico, y no un añadido.
Del libro “Las mejores recetas con marihuana” de Elisabet Riera, extraje la receta de “Galletas Marcianas”, pero claro, el que escribe es “cocinillas”, que no cocinero, así que los problemas técnicos están asegurados.
Por suerte las soluciones también.
Pero al lío, vamos con los ingredientes:
- 14-56 gr. de harina de marihuana (¿14 o 56? Mmmm... lo mejor será un término medio, ¿no? Yo le puse 50 gr. de harina, pero con menos también funcionará)
- 75 gr. de mantequilla (¡ves que bien! Aquí te da la cantidad exacta)
- 75 ml. de leche (traducción personal => un vaso de leche)
- 1 huevo
- 75 gr. de azúcar (yo le puse azúcar moreno, más que nada por que no tenía de la otra)
- 1 cucharadita de levadura en polvo
- 100 gr. de harina (en la receta original pone que preferentemente de cáñamo, pero... ¿alguien la ha visto alguna vez en el super? El menda desde luego que no, así que harina de toda la vida)
- 1 pizca de canela
- 1 bote de dulce de leche
- Chocolate de cobertura
- Más harina
Tal vez esta sea la tarea más tediosa de toda la receta. Hay que quedarse solo con las hojas, descartando cualquier tronco o tronquito y, la verdad, es bastante peñazo, pero todo sea por unas buenas galletitas.
Una vez tengas un buen montón de hojas (y cuando digo un buen montón me refiero a UN BUEN MONTON) tienes que picarlas todas bien picaditas.
Pero como podrás deducir, no es esto lo que buscamos, sino harina de marihuana... piensa en la harina normal... es ligeramente más fina, ¿verdad? Haría falta una especie de tamiz que nos permita quedarnos con lo más fino, descartando los trozos más grandes e incluso algún tronco que se pueda haber colado. ¿Tamiz? ¿Quién tiene un tamiz en su casa? Pues supongo que todo el mundo, pero le llamamos colador. ¡Así que a colar!
Cuando realices todo el proceso obtendrás un polvo muy fino, parecido a la harina. En otras palabras, harina de marihuana.
¿Capisci? Pues de esto me hicieron falta 50 gramos (imagina el hartón de hojas, triturar y colar que me metí). ¡Pero al fin tenemos todos los ingredientes! (O al menos, eso pensé yo).
Y ahora comenzamos con la receta propiamente dicha.
Lo primero de todo es poner el horno a 150º (no más, para no dañar la maria) para que se vaya calentando. Acuérdate de sacar la bandeja que luego utilizarás para las galletas, por que si no lo haces quemará cuando tengas que usarla.
Acto seguido, fundir la mantequilla, o lo que es lo mismo, meterla en un bol, cacharro o cosa y al micro a toda castaña minuto y medio. Si al acabar ves que no se ha fundido del todo, pues un poquito más y arreglado.
Una vez la mantequilla esté fundida, echamos todos los ingredientes en un bol y a batir.
El batido lo puedes hacer a mano, pero una batidora eléctrica es un lujazo. Tú mismo.
Al acabar de batir deberías obtener una pasta con la que hacer las galletas. Si lo consigues ¡enhorabuena!
No fue mi caso. En mi bol lo que quedó era un líquido de color verde con el que se antojaba difícil hacer cualquier cosa que no fuera tirarlo. Para acabarlo de arreglar lo probé...
¡Puaj! ¡Que asco! Sabía exclusivamente a césped, y se supone que las galletas deberían ser dulces... Pero, como decía mi abuela, todo tiene arreglo en esta vida menos la muerte, así que pensé ¿Como podríamos arreglar esto?
Para conseguir que un líquido tome consistencia de masa nada más fácil que echarle más harina, pero ¿y el sabor? ¿Que podría hacer?
Recordé que en la despensa tenía un bote de dulce de leche, así que ni corto ni perezoso se lo añadí enterito a la mezcla. Y, como he comentado, añadí harina hasta obtener la consistencia deseada. Volví a probar.
Bueno, parece que va cogiendo mejor gusto, pero aún había demasiado gusto a césped. Mmmm... ¿como me las maravillaría yo?
¡Chocolate! (Hay que ver lo que discurre uno con un porrito en lo alto). En la nevera tenía chocolate de cobertura, así que cogí un buen trozo y lo fundí con la consabida técnica del microondas. Una vez fundido, “pa dentro”. Volví a batir, volví a probar y sonreí. Estaba bueno. El sabor de hierba seguía ahí, pero mucho más matizado gracias al dulce de leche y el chocolate.
A partir de aquí el resto es fácil (como si lo anterior hubiera sido difícil). Coges la placa que habías dejado fuera del horno (si no lo hiciste ahora te tocará esperar a que se enfríe) y le pones papel de horno o uno de esos salvabandejas de silicona. Optes por lo que optes, úntalo con mantequilla o aceite para que no se peguen las galletas (di no a la violencia) y, con una cuchara, vas haciendo las galletitas (si tienes moldes úsalos si quieres) hasta llenar la bandeja.
Lo único que queda ya es meterlo al horno y esperar 25 minutos.
Con la cantidad de masa que hice yo tuve para cuatro bandejas de horno, para que nadie se quedara sin.
Modestia aparte, la opinión general fue muy positiva y las galletas volaron (los comensales también, pero a la horita y media).
Por supuesto, esta receta es open source (como todas) así que no te prives en hacer tus propios inventos y, si te salen buenas, ¡llamarme sin falta para una cata! ☺
Saludos!
P.D.: Con cariño para uno de mís ídolos de infancia ;-)
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