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miércoles, 19 de mayo de 2010

De marihuana, neardentales y defensoras

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Gracias a la gente de CannabisCafé, tuve conocimiento de un artículo publicado por Gemma Lienas en el diario El País en el que (cosa más rara, oye!) la autora intenta relacionar el consumo de drogas con “comportamientos propios del neardental”, afirmando que tomar droga “nos hace regresar a nuestros orígenes evolutivos, a ese Homo neanderthalensis”.

Viendo el nivel de conocimientos que sobre el tema tiene la autora (básicamente ninguno) y que la web del diario no permite la publicación de comentarios

(por nuestra seguridad, supongo), me dirigí al blog de la que se auto-proclama “defensora de los derechos de las personas que han sido relegadas a la periferia del poder (mujeres, homosexuales, no católicas, etc)”.

En dicho blog SI se pueden realizar comentarios, aunque primero deben ser aprobados (imagino que por ella misma). Contra todo pronóstico y, todo sea dicho, para mi sorpresa, la respuesta fue publicada al poco de enviarla.

Aquí tenéis el artículo del blog, y, a continuación, la respuesta.

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Neandertales del siglo XXI

En una entrevista, el pneumólogo Josep Morera habla de la relación entre tabaquismo y enfermedades respiratorias y cuenta que hasta 1880 sólo se habían descrito 300 casos de cáncer pulmonar, pero que a partir de ese momento, cuando el tabaco pasó a elaborarse de forma industrial, el número de tumores se disparó, aunque no fue hasta 1950 que un estudio médico vinculó hábito y dolencia. Entonces, las tabaqueras se lanzaron al ataque y, al no poder refutar esa evidencia, crearon un instituto de investigación cuya principal labor consistió en generar confusión asegurando que no estaba demostrado su poder cancerígeno.

Después de leer el texto, me doy cuenta de que la táctica "tinta de calamar", que consiste en enturbiarlo todo para que se desconozca la realidad, debe de haber funcionado de manera habitual en relación con todas las drogas, ya que la percepción que la ciudadanía tiene de ellas guarda poca relación con sus efectos reales.

Si en la década de los setenta el consumo de drogas prohibidas se asociaba principalmente con la heroína y se consideraba propio de personas sin instrucción o, cuando menos, una actividad transgresora, actualmente mucha gente juzga su consumo glamuroso y lúdico y considera que quienes lo denostan son pusilánimes sin remedio. Así, no puede sorprender que, de los 6.802 análisis de droga (alcohol aparte) que los Mossos d'Esquadra realizaron a conductores en 2009, el 65% diera positivo. Las más consumidas por esos individuos interceptados eran el cannabis (60,7%) y la cocaína (28,07%), drogas que a muchas personas les parecen caramelos de menta.

Sin embargo, como ocurre con el tabaco, actualmente sí tenemos datos sobre los efectos devastadores que las substancias psicoactivas tienen sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro ánimo y, más aún, sobre nuestro cerebro, porque éste, ahora, podemos conocerlo mediante las imágenes obtenidas por resonancia magnética y comprobar, así, las alteraciones que sufre.

Las drogas, alcohol incluido, actúan sobre el responsable de nuestras emociones: el sistema límbico, en el que se hallan los centros de recompensa y los centros de castigo, que resultan inutilizados; unos -los de recompensa-, al ser sometidos a una activación muy directa, para la que no están preparados, que impedirá que reaccionen ante estímulos naturales (comida, sexo...); otros –los de castigo-, porque se ponen en marcha en cuanto empieza la tolerancia a la droga, con lo que la persona adicta ya no la toma para experimentar placer sino para evitar sentirse mal.

Por otro lado, el sistema límbico interactúa con la corteza prefrontal, la encargada de dirigir nuestra conducta para conseguir objetivos. Ambos trabajan a la par, excepto si uno de los dos tiene problemas. Muchas drogas inhiben el córtex prefrontal, por lo que el sistema límbico acaba yendo por libre. Por ejemplo: una pareja de adolescentes (vale también para adultos) se emborrachan y, después, practican sexo sin tomar precauciones. Desde luego, esta situación puede ser puntual pero, a la larga, la adicción provoca alteraciones permanentes en los circuitos y, entonces, las emociones dominan la conducta.

En definitiva, tomar droga nos hace regresar a nuestros orígenes evolutivos, a ese "homo neandertalis" que, según hemos sabido recientemente, nos ha legado entre un 1% y un 4% de ADN, y que, según los especialistas, debía de tener menos desarrollada la capacidad de razonar, planificar o controlar la conducta, ya que su frente oblicua tal vez no permitía alojar una corteza prefrontal del mismo tamaño que la del "homo sapiens".

Dado que la edad media de inicio de consumo en España se sitúa sobre los 15 años para el cannabis y la cocaína, y que, de la población entre los 14 y los 18, más del 20% ha consumido el primero y un 6% ha probado ya la segunda, quizás deberíamos poner en marcha un sistema eficaz para alertar del peligro de la droga sobre los cerebros adolescentes. O eso o admitir que nuestra especie puede tener comportamientos propios del Neandertal.

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Respuesta de El Panchi:

Buenas Gemma.

Por el tono de tu artículo doy por hecho que NO publicarás este comentario, pero aún y así, al menos tendrás que leerlo, si no todo, una parte.

Empezando por el principio, comentas que "hasta 1880 sólo se habían descrito 300 casos de cáncer pulmonar, pero que a partir de ese momento, cuando el tabaco pasó a elaborarse de forma industrial, el número de tumores se disparó" y, evidentemente, culpas de ello al tabaco, no a las tabacaleras ni a las adulteraciones que realizaron sobre la planta para conseguir "captar" y "fidelizar" a más clientes. Una visión ligeramente parcial, ¿no te parece?

¿Podrías decirme como está el índice de tumores entre las tribus que (todavía) utilizan el tabaco que extraen directamente de la planta? ¿Tabaco sin adulterantes? Imagino que no.

Según tú, lo único que han hecho mal las tabaqueras ha sido crear un "instituto de confusión". Bueno... es una visión del tema, pero algo más de información te vendría de perlas.

No pretendo, ni mucho menos, fomentar el uso del tabaco o de cualquier otra substancia, pero sí que quede clara la responsabilidad de cada uno en este tema.

Continuas quejándote de la táctica "tinta de calamar", pero no tienes mayor problema en subirte al carro de dichos calamares cuando afirmas que "Las drogas, alcohol incluido, actúan sobre el responsable de nuestras emociones [...] los de recompensa-, al ser sometidos a una activación muy directa [...] que impedirá que reaccionen ante estímulos naturales (comida, sexo...)".

Es evidente que pretendes meter en el mismo saco a todo tipo de drogas, como si todas ellas provocaran el mismo efecto, y hasta tú debes conocer las evidentes diferencias de efectos entre, por ejemplo, el alcohol y la cafeína.

Ya puesta, podrías acabar de explicar que quieres decir al escribir "Por ejemplo: una pareja de adolescentes (vale también para adultos) se emborrachan y, después, practican sexo sin tomar precauciones. Desde luego, esta situación puede ser puntual pero, a la larga, la adicción provoca alteraciones permanentes en los circuitos y, entonces, las emociones dominan la conducta.".

Dejando a parte que el párrafo es confuso en grado sumo... ¿Sugieres que si uno se emborracha y tiene sexo sin precauciones, si sigue emborrachándose, a la larga, siempre lo hará sin precauciones?

¿O pretendes afirmar que, con el tiempo del uso de drogas la persona dejará de controlar su conducta y será presa de sus pasiones?

En cualquiera de ambos casos, la estupidez de lo afirmado es evidente. Sigmund Freud era consumidor habitual de cocaína (que obtenía legalmente de una farmacia) y nunca destacó por "dejarse llevar por sus instintos", por citar un caso.

Te preguntas en tu artículo como es posible que la población tenga esa percepción tan "light" de las drogas, y, si me lo permites, te lo explicaré.

Durante años, gente como tú, seguramente cargada de buenas intenciones, se han dedicado a gritar "¡Que viene el lobo!" con el tema de las drogas, y, al igual que ya se hizo con la masturbación hace mucho más tiempo, se nos dijo que con solo fumar un porro casi estábamos firmando nuestra sentencia de muerte.

Lamentablemente para vuestros intereses, las mentiras son difíciles de mantener, y la verdad se defiende sola, así que algunos ciudadanos decidieron cruzar esa frontera y vieron que la mayor parte de lo que proclamáis es, sencillamente, mentira.

Y ese ha sido un error muy grave por vuestra parte, por que es indiscutible que hay una parte de verdad en vuestro mensaje. Las drogas NO son, en ningún caso, caramelos de menta, y su uso implica riesgos que el consumidor debe conocer y, si así lo desea, asumir.

En cambio, ahora, el consumidor rechaza, directamente, casi sin análisis, todo lo que viene de los "estamentos oficiales", ya que, si ya mentisteis una vez, ¿Porqué no otra? Lo que invalida gran parte del mensaje de precaución siempre indispensable al tratar con estas substancias y dificulta la labor de muchas organizaciones que realmente pretenden hacer las cosas bien.

En un alarde de simplismo casi preocupante, no tienes problemas en acusar a "las drogas" de gran parte de los males actuales y futuros de la sociedad, sin pararte a pensar en como funcionaba esa misma sociedad cuando las drogas se vendían en las farmacias de forma totalmente legal, lo que demuestra tu total desconocimiento sobre el tema y que, no nos engañemos, tu trabajo es publicar artículos, sean de esto o de aquello, siguiendo, eso sí, una "línea editorial", y claro, todos tenemos que llenar la nevera. Lo comprendo.

Lo que no comprendo es como alguien, que dice ser "defensora de los derechos de las personas que han sido relegadas a la periferia del poder" tiene la desfachatez de escribir semejante artículo.

¿Por qué no hablas del ataque frontal que supone la actual política sobre drogas respecto a los derechos individuales de cada persona?

¿Por qué no hay ni una sola línea analizando la perversión del derecho romano que supone el hecho de que la figura de agresor y víctima recaigan en la misma persona al hablar de drogas?

Y esto son solo dos puntos de partida.

Pero resulta más fácil y (sobretodo) barato ponerse a redactar un artículo con las cuatro cosas que has oído por ahí que documentarse (¡uf! ¡Que faenón!) y ofrecer el mayor número de puntos de vista posible para que sea el lector el que decida su posición libremente.

Si resulta que tienes razón y eres la "defensora de los derechos"... estamos apañados.

Saludos.

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Saludos!

Post original de CannabisCafé

Artículo en El País

Artículo (y comentario) en el Blog de Gemma Lienas

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